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Empacho de Pantoja (y compañía)

El pasado domingo, como todos los domingos, me disponía a ver Aída, la única serie que sigo en televisión. Estaba sentada frente al televisor, cuando, cual fue mi sorpresa, en su lugar habían colocado un programa titulado, "Isabel, a su manera". Perpleja, cabreada, indignada (una palabra que se lleva mucho últimamente) y algunas otras cosas más, cambie de canal y puse Neox, donde estaban poniendo un especial de Los Simpsons.

Al día siguiente mire las audiencias esperanzada en que los espectadores de este país, hubieran dado la espalda al petardazo de programa que echaban en Telecinco. Sin embargo, aunque bien es cierto que no consiguió los resultados esperados (14% de share), la audiencia que vio la gala tampoco puede considerarse como fracaso. Por consiguiente, otra decepción para mí.

Y todo esto viene a cuento porque no entiendo, de nuevo, a este país. No lo entiendo. Y no hablo de Telecinco, porque de este canal ya nada me sorprende (más bien del imperio Mediaset), harían trato hasta con un psicópata, un pederasta o un asesino a sueldo si eso les da pasta. Pero lo de Isabel Pantoja es de traca, y lo de su hijo, de infarto. El precio que Telecinco ha pagado para que los televidentes españoles se traguen a estos dos impresentables día y noche asciende a un millón de euros. Un cifra redonda por la que veremos a Paquirrín (perdón, Kiko Rivera) en mas de uno y de dos programas ejerciendo de monigote, y a la Panto en algún que otro especial como el que pusieron el domingo, y algún que otro programa, como el de la Campos, en el que afirmaba que lo había pasado muy mal. Muy mal, porque como a muchos españolitos de pata negra (con pedigrí real algunos, véase Urdangarín), la habían pillado con la mano dentro de las arcas públicas. Esas que se llenan con el dinero de los españoles. Pero sin embargo, la Campos le extiende una mano, y ella echa una lágrima por lo injusta que es la vida. Y mientras, los principios a la basura. Porque aunque "El Tomate", ese programa que revolucionó la basura rosa de este país, se cebaba programa tras programa con su persona, hoy Telecinco y especialmente Jorge Javier Vázquez, abanderado entonces de aquel formato, son amigos. Con Campanadas incluidas. Eso sí, solo ha costado un millón de euros. 


Una minucia, calderilla. Un millón de euros. Mas de 166 millones de las antiguas pesetas por prácticamente no hacer nada, en un momento en que 5 millones de españoles engrosan las listas del paro, en una de las peores crisis tras la democracia en España. 

Ayer leía en El País que " las vacías arcas norcoreanas tendrán que rebuscar fondos para pagar los 800.000 euros que vale embalsamar un cadáver. Y eso no es lo más costoso, sino su mantenimiento en buen estado. El tratamiento anual de la momia de Kim Il - sung (fundador de la dinastía Kim y padre del líder muerto) cuesta 650.000 euros. Es decir, que un Estado que no tiene fondos para importar cereales para alimentar a su población tendrá que pagar 1.300.000 euros cada año para maquillar a sus momias". Y esto viene a cuento porque se plantean embalsamar también al hijo (ese por el que cientos de miles de norcoreanos lloran desconsoladamente, pero sin lágrimas, su pérdida). El caso es que no se porqué me sorprenden tantos este tipo de noticias, cuando muchas veces en España no estamos tan alejados de estos "sin sentidos". 


Por cierto, no podía acabar este post sin declararme públicamente antifan de Isabel Pantoja. Como artista. A mi me gusta el flamenco, las sevillanas y escucho algo de copla. Por eso, esto que voy a decir, es una apreciación personal. Y es que Isabel Pantoja me parece una artista "estandar". No me conmueve nada, no me trasmite nada. He oído cantar muchas copleras como ella. No entiendo la fama que ha conseguido con su música. Es una de tantas. Quizá el ser la vuida de España y el marinero de luces han jugado mucho en su favor. Así que desde aquí reivindico lo que realmente es cantar dejándose el alma en cada canción. Para mí, la mejor voz que ha tenido España.


Ay, que no daría yo, querida Rocío, por cambiar tantas cosas... 

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Muerte es esperanza larga

Anoche, cuando pasaban unos minutos de las 4:00 a. m. terminaba de leer la última de las casi 1000 páginas que componen "La mano de Fátima", novela histórica escrita por Ildelfonso Falcones, conocido por su ya famosa "La catedral del mar", best - seller que alcanzó en el mercado la escalofriante cifra de mas de 2 millones de ejemplares vendidos. Uno de ellos recaló en mi casa, y tras su lectura quedé enormemente satisfecha con un libro, que al igual que mi querida "Los pilares de la Tierra" (Ken Follet, 1989), se desarrolla en torno a la construcción de una catedral, en este caso recreando la maravillosa Barcelona del s. XVI y la majestuosa Iglesia de Santa María del Mar. 
Fue por ese motivo, que cuando hace unas semanas comencé a leer la segunda obra de este autor, partía con las buenas sensaciones que me había proporcionado la historia de Arnau Estanyol unos años antes.   


"La mano de Fátima" se desarrolla en el periodo comprendido entre el levantamiento de las Alpujarras (1568) y el edicto de Felipe III que en 1609 decretaba oficialmente la expulsión sistemática de miles de moriscos que habitaban las tierras de España. Este fondo histórico sirve a Ildelfonso Falcones para crear la desgarradora historia de Hernando Ruiz, fruto de la violación que un sacerdote había perpetrado a una simple morisca de la población de Juviles. Como consecuencia Hernando vino al mundo con unos inmensos ojos azules que evidenciaban su desgraciado origen, y por ello fue conocido entre la comunidad morisca con el sobrenombre del nazareno, aquel que llevaba en su sangre la semilla cristiana de un sacerdote. 
Y es quizá por ese motivo que su vida se movió en tierra de nadie, entre cristianos y moriscos, entre la guerra y la paz, entre la abundancia y la miseria, entre el amor pasional y el cariño sincero, entre la vida y la muerte.
Sin embargo, esta vez la trama se me ha hecho excesivamente larga pues algunos tramos del libro se me antojaban un poco cargantes y otros sucesos acababan de la forma más estúpida posible. Hay episodios que no aportan demasiado al libro y toda la conjura final en la que Hernando intenta reconciliar ambas religiones es un tanto enredosa. Aun así, a rasgos generales, el libro es ameno y entretenido, sobre todo porque cuenta con la ingeniosa pluma de Falcones y con un magnífico y cuidado trasfondo histórico. 
Al tiempo, nos lleva a reflexionar sobre la difícil convivencia entre dos comunidades enfrentadas por un Dios al que ambas defienden como único y verdadero. Masacres, guerra, muerte, violencia, abusos... todo vale en un tiempo en el que el honor y la religión movían el mundo. La época del catolicísimo Felipe II y el final irremediable de Al - Andalus.    
Y en ese contexto, ante las atrocidades de una sociedad en el que la vida valía bien poco, dos amantes se juraban una y otra vez que "muerte es esperanza larga". 

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Vincent

Unos ojos claros, penetrantes, hasta obsesivos, tenía el niño Vincent, un niño que no era como los demás, como no lo fue a lo largo de su vida. Y es que Vincent Van Gogh, como la mayoría de los genios, fue un alma atormentada, depresiva, delirante y soñadora. 
Vivió siempre al límite de la locura y su vida estuvo marcada por periódicas y continuas crisis que le llevaron a intentos de suicidio en varias ocasiones. 
A ello hay que sumarle su mala fortuna en los temas amorosos siendo rechazado por aquellas mujeres a las que amo. Únicamente compartió algunos meses de su vida con una prostituta alcoholizada que se cruza en su camino, a la que acogió en su casa y usó varias veces como modelo para algunos de sus cuadros, pero que al final acaba abandonando tras una relación más que tormentosa. 
Ejemplos de esta traumática vida fue el episodio más que conocido que protagonizó tras una discusión con el también pintor Gauguin. 
La versión más aceptada es la siguiente. Era el mes de octubre de 1888 y Vincet recibió en su casa de Arles a su amigo Gauguin con manifiesta alegría. Trabajaron mucho juntos al principio de su estancia, pero pronto, debido a sus fuertes caracteres y a sus desacuerdos en materias pictóricas, sus discusiones alcanzaron un alto grado de agresividad. La víspera de Navidad, Vincent, en un ataque de cólera, intentó herir, sin éxito, a su amigo con una navaja. Al regresar a su casa, frustrado e inquieto, dirigió el arma contra sí mismo, cortándose parte de la oreja izquierda. Lejos de quedarse aquí el asunto, esta acción la acompaña con el envío del miembro mutilado a una prostituta de un burdel de la ciudad. Este hecho, muestra sin duda, la personalidad delirante, enloquecida y disparatada del pintor.
Y es que todo ello hacía presagiar de algún modo su propia muerte. Era un día de verano de 1890. Vicent Van Gogh sale al campo a pintar, acompañado de un revolver. Allí se dispara con él en el pecho, incapaz de aguantar ya su propia soledad y sus continuas alucinaciones. Solo y herido vuelve a su casa. Adeline Ravoux, hija del dueño de la pensión en Auvers - Sur - Oise donde se hospedaba el pintor relata lo siguiente:

"Como todos los días, por la mañana muy temprano, Vincent con sus herramientas de trabajo, partió hacia el campo. Al medio día volvió a la pensión para comer. Nada en su actitud podía hacernos presentir lo que iba a pasar. Volvió a marchar pero al anochecer, nos inquietamos al comprobar que no venía. Al cabo de un rato, por fin le vimos aparecer a lo lejos, pero su paso nos pareció extraño por no decir grotesco. Andaba a grandes zancadas y tambaleándose, con la cabeza un poco inclinada del lado de su oreja mutilada. Se habría dicho que había bebido demasiado. La noche caía y en la semioscuridad, sólo mi madre notó que el señor Vincent se cogía el vientre y que parecía andar cojeando. Su chaqueta estaba abrochada. Al llegar cerca de nosotros, lo vimos pasar como una sombra sin saludar. Mi madre le dijo: «señor Vincent estábamos inquietos al no verle. ¿Qué le ha pasado?» Apoyándose unos instantes en la mesa de billar para no perder el equilibrio, respondió: «¡Oh nada, me he herido!» Franqueó la sala con un par de zancadas y subió penosamente los diecisiete tortuosos escalones que conducían a su habitación, en la buhardilla. Yo curiosa como chica joven que era, me puse al pie de la escalera a escuchar y ciertamente, lo oí gemir, lo que le comuniqué a mis padres.  Al instante mi madre dijo a mi padre: «Gustave, sube a ver, creo que el señor Vincent no está bien». Mi padre subió. Oyó como gemía. Al no estar la puerta cerrada, entró y vio al pintor tendido en la estrecha cama de hierro, con su cara vuelta hacia la pared. Mi padre le insistió «¿Qué le pasa?». Entonces el señor Vincent se volvió hacia mi padre. "Mire", dijo, y retirando su mano, mostró el lugar de su cuerpo, debajo del pecho, donde había un pequeño agujero ensangrentado. Una vez más mi padre le volvió a preguntar «Pero ¿qué es lo que ha hecho?», y esta vez el señor Vincent respondió: "Me he disparado un tiro. Esperemos que no haya fallado."


Y así fue. No falló. A las pocas horas murió. 
No obstante, Van Gogh contaría a lo largo de su vida con una ayuda incondicional y desinteresada que le ayudó a sostenerse en su caótica vida, su hermano, Theo Van Gogh, con el que se envió además una nutrida correspondencia y quien, seis meses después de la muerte de Vincent, abatido por la desaparición de éste, murió. Sin embargo, a pesar de su constante ayuda, los cuadros de Vincent, más de 900, no encontraron en el mercado mucha salida y su arte nunca fue reconocido en vida del pintor.   
Aun así, a la muerte de ambos, la viuda de Theo y el hijo de ambos publicaron sus cartas y se dedicaron a divulgar la obra del genial pintor por todo el mundo. Y así hoy, pertenece a Van Gogh una de las obras vendidas más caras del mundo, alcanzando la cifra en el mercado de casi 83 millones de dólares, "El Retrato del Doctor Gachet". Su obra por fin era reconocida, pues ¿quien hoy no conoce el genio de este gran pintor?. Vincent, como firmaba sus cuadros.


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La importancia de una musa

Esta noche, mientras estudiaba a Dalí, la imagen de Gala se repetía una y otra vez. Es entonces cuando me he decido a buscar su historia y el porqué de su influencia en uno de los pintores más característicos, originales y únicos de la pintura española. 


He aquí su historia...

"Llamo a mi esposa: Gala, Galuchka, Gradiva (porque ha sido mi Gradiva); Oliva (por el óvalo de su rostro y el color de su piel); Oliveta, diminutivo catalán de oliva (aceituna); y sus delirantes derivados: Oliueta, Oriueta, Buribeta, Buriueteta, Suliueta, Solibubuleta, Oliburibuleta, Ciueta, Liueta. También la llamo Lionette, porque ruge, cuando se enoja, como el león de la Metro-Goldwyn-Mayer; Ardilla, Tapir, Pequeño Negus (porque se parece a un animado animalito selvático); Abeja (porque descubre y me trae todas las esencias que se convierten en la miel de mi pensamiento en la atareada colmena de mi cerebro). Me trajo el raro libro de magia que debía nutrir mi magia, el documento histórico que probaba irrefutablemente mi tesis cuando estaba en proceso de elaboración, la imagen paranoica que mi subconsciente deseaba, la fotografía de una pintura desconocida destinada a revelar un nuevo enigma estético, el consejo que iba a salvar del romanticismo una de mis imágenes demasiado subjetivas. También llamo a Gala Noisette Poilue-Avellana Vellosa (a causa del finísimo vello que cubre la avellana de sus mejillas); y también «campana de piel» porque lee para mí en voz alta durante las largas sesiones de mi pintura, produciendo un murmullo como de campana de piel, gracias al cual aprendo todas las cosas que, sin ella, no llegaría a saber nunca."


Corría el año 1929 cuando un joven Dalí, de apenas 25 años de edad, conoce a una mujer rusa, diez años mayor que él, de nombre Elena Diarahov, que él llamó Gala. Inmediatamente el pintor queda cautivado por Gala de una forma inusual. No obstante, la vida amorosa de la admirada y atrayente Gala había sido cuanto menos aburrida. Amante del teórico surrealista André Bretón y mas tarde esposa del poeta Paul Eluard, se la relaciona también con otros intelectuales del momento como el novelista francés Louis Aragon o el pintor Max Ernst, quien también la dibujó en algunos de sus cuadros. 
Es entonces, cuando Gala, decide dejar a su esposo Eluard, con quien tenía una hija, Cécile, provocando en el poeta una depresión que le llevó a desaparecer de la vida pública durante varios meses e irse a vivir con su nueva conquista, Salvador Dalí. A partir de ese momento Gala se convertirá en el centro de la obra del genial pintor pasando a encarnar el papel de su eterna musa. 
Sin embargo, la relación de Dalí con Gala no sería aceptada por su padre, quien se opuso desde el primer momento a este romance. A pesar de ello Gala y Dalí se casaron en 1934 en una ceremonia civil, y volverían a hacerlo por el rito católico en 1958. Para entonces, Dalí es un pintor reconocido en España y su padre ha aceptado ya la relación de su hijo con una mujer rusa y separada.
No obstante, en cuanto a la relación que ambos amantes mantuvieron fue, como la personalidad del propio Dalí, extravagante y muy liberal. De hecho, Gala fue, a lo largo de toda su vida, una mujer libre; nunca se sintió condicionada ni coartada ante nada ni ante nadie, impuso su voluntad allí donde quiso. Quienes la conocieron afirman que dominaba el arte adivinatorio del Tarot e incluso se llegó a afirmar que Dalí no pintaba el día que las cartas así lo decían. Se dice también que Gala tuvo numerosas relaciones extramatrimoniales a las que el propio Dalí nunca se opuso. 
En 1968, el pintor le compra a Gala un castillo en el pequeño pueblo de Púbol (provincia de Girona), al que él no puede acceder sin el permiso previo y por escrito de su esposa. La muerte le sobreviene a Gala en 1982 en Port Lligat  trasladada  a este castillo para ser embalsamada y enterrada en una de las dos criptas que Dalí había preparado para ella. A partir de ese momento Dalí se negó a comer y a beber. Los pocos cuadros que salieron de sus pinceles tras la desaparición de Gala, son fundamentalmente obras desgarradas, angustiosas. Nunca nada semejante a nuevas Madonas. 
Se había apagado la musa.

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Génesis 11:1-9

Siempre me ha llamado la atención la gran cantidad de idiomas, dialectos, hablas, jergas, argot y demás formas lingüísticas con las que nos comunicamos los seres humanos. Y me parece curioso porque es una de las barreras más fuertes que separan a una misma especie, la nuestra, y al mismo tiempo, todo sea dicho, la enriquece. 
No obstante, a mi, que ando bastante escasa en el cocimiento de idiomas, esta diferencia lingüística entre humanos, me resulta una autentica putada. 
A coalición de ésto, el otro día estuve en Portugal (primera vez que pisaba suelo luso) y me llamó la atención como personas que vivimos tan cerca unas de otras tenemos un idioma distinto con el que comunicarnos. Y fue en ese momento cuando me acordé de la Torre de Babel y maldije porque Dios tuvo que castigar a los hombres. 


























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This is Spain

No entiendo a este país. Cada día estoy más convencida de que somos un país de platillo, charanga y pandereta, como digo muchas veces. Y lo digo porque está claro que para ser algo o alguien importante en España hacen falta cualquiera de estas tres cosas: haberte tirado a un famoso, casposo o famosillo; no tener ni una pizca de educación, principios o decencia y sobre todo ser un completo ignorante, a poder ser sin estudios. No obstante, si alguien enumera en su persona estas tres premisas a la vez, se convertirá en ídolo por excelencia, en auténtica princesa, pero del pueblo que es más cercano. He ahí, Belén Esteban.



Así es señores. La Esteban salto a la fama por haber tenido una relación con el "catedrático" de Ubrique, Jesús Janeiro. De su relación nació la niña de los huevos de oro, Andreita. La relación se rompió, el torero se desentendió de la hija y la madre ha llorado por los platos de televisión durante 10 años su pena. ¿El resultado?. 1,2 millones de euros al año por decir 730 veces (dos por día) aquello de: “Yo por hija ma - to”. Mientras tanto, miles de señoras, se identifican con la Esteban y lloran con ella su "pena", aunque eso sí, la única cuenta corriente que sube como la espuma es la de Belén. Pero eso da igual, pobre mujer, es la única en España a la que han abandonado con una hija a la que ha tenido que criar... Manda cojones.
Pero todo esto no acaba aquí. Lo verdaderamente alarmante es que a parte de paquirrines, pocholos, y demás personajes de tres al cuarto que se hacen ricos por no hacer nada, tenemos en nuestro gobierno a infinidad de políticos que han llegado a lo más alto sin tener la preparación académica requerida para ello. Para muestra, un botón.


Patxi López, lehendakari del Gobierno Vasco, inició la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad del País Vasco, aunque no logró terminar sus estudios al abandonarlos con 28 años.
José Montilla, expresidente de la Generalitat de Cataluña, cursó estudios de Economía y Derecho en la Universidad de Barcelona, sin llegar a finalizar ninguno de ellos. 
Celestino Corbacho tampoco estudió ninguna carrera universitaria. El antiguo ministro de Trabajo e Inmigración comenzó a trabajar a la edad de 13 años como aprendiz en una imprenta. 
José Blanco, actual ministro de Fomento, se matriculó en Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, carrera que no logró finalizar.


Leire Pajín, actual ministra de Sanidad, es Licenciada en Sociología, rama que no tiene nada que ver con la Sanidad. En lo que respecta al resto de cuestiones universitarias y estudios más allá de una licenciatura, no hay rastro de ellos. Si la comparamos con sus homólogos europeos la Pajín no sale muy bien parada. Para quien le interese aquí dejo el link que habla sobre este asunto: La prueba del algodón
Pues bien, this is Spain. No tengo más que decir.

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Los dictadores escorpiones

Hoy me pregunto, cuando ya han pasado más de dos años, por qué decidí titular a mi blog La naturaleza del escorpión. Sinceramente no lo sé, supongo que porque en algún momento escuche la fábula y me gustó la idea. Para quien no la haya oído o no sepa de lo que hablo, aquí dejo su historia...
Cuenta un relato popular africano que en las orillas del río Níger, vivía una rana muy generosa. Cuando llegaba la época de las lluvias ella ayudaba a todos los animales que se encontraban en problemas ante la crecida del río.

Cruzaba sobre su espalda a los ratones, e incluso a alguna nutritiva mosca a la que se le mojaban las alas impidiéndole volar. Pues su generosidad y nobleza no le permitían aprovecharse de ellas en circunstancias tan desiguales. También vivía por allí un escorpión, que cierto día le suplicó a la rana:«Deseo atravesar el río, pero no estoy preparado para nadar. Por favor, hermana rana, llévame a la otra orilla sobre tu espalda». La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida: «¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si te subo a mi espalda, me inyectarás un veneno letal y moriré!». El inteligente escorpión le dijo:«No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado».  La rana se negó al principio, pero la incuestionable lógica del escorpión fue convenciéndola... y finalmente aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y comenzaron la travesía del río Níger. Todo iba bien. La rana nadaba con soltura a pesar de sostener sobre su espalda al escorpión. Poco a poco fue perdiendo el miedo a aquel animal que llevaba sobre su espalda. Llegaron a mitad del río. Frente a ellos se divisaba la orilla a la que debían llegar. La rana, hábilmente sorteó un remolino... Fue aquí, y de repente, cuando el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaba, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión: «¡Lo sabía!. Pero... ¿Por qué lo has hecho?». El escorpión respondió: «No puedo evitarlo. Lo siento. Es mi naturaleza»

Pues bien, todo esto venía porque creo que nunca estuvo tan acertado un título como el mío en tiempos tan amargos como los que corren. Y lo digo porque el mundo está vomitando uno a uno a sus escorpiones. Ya lo  hizo el siglo pasado en Europa cuando acabó con Mussolinni en Italia, Hitler en Alemania, Salazar en Portugal, Pilsudski en Polonia, Stalin en Rusia o con ese hombre pequeño y bigotudo que se hizo llamar El Caudillo en España. 
Ahora el mundo mira hacia los países árabes. Desde que un joven tunecino decidiera quemarse a lo bonzo en su país para protestar sobre el gobierno que lo amparaba, la mecha ha ido prendiendo uno a uno en el resto de los países vecinos. 
























El primero en caer fue Ben Alí en Túnez. Días mas tarde Mubarak abandonaba Egipto
 mientras que el rey de Marruecos, Mohamed VI prometía suavizar la constitución y limitar sus propios poderes, por lo que pudiera pasar. Sin embargo, la ola revolucionaria ha explotado en Libia. Allí, su escorpión, Muamar el Gadafi, no esta dispuesto a dejar de expulsar su veneno, por lo que, pistola en mano, está masacrando a su pueblo (con intervención internacional añadida). Por su parte, Siria amenaza con ser la nueva Libia; Yemen, uno de los países más pobres del mundo árabe, pide un cambio de gobierno; y Jordania exige una monarquía constitucional. 
Este es, a grandes rasgos, el panorama de escorpiones que han sucumbido o que están viendo peligrar su estabilidad al otro lado del río. 
Y hoy, estoy convencida que si alguien preguntara a cualquiera de estos dictadores por qué oprimen, matan, devoran y aniquilan a su pueblo, ellos contestarían: «No puedo evitarlo. Lo siento. Es mi naturaleza».

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Historias de Kafka

Navegando en Internet, sin rumbo ni sentido, como me pasa muy a menudo, encontré esta historia sobre Kafka y una muñeca...

Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de veces, Dora, su pareja, lo acompaña. Un día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje", le dice.“¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar.¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?
Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción. 
Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades. 
Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. ¡Tres semanas! Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la mueca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, sin no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga. 
Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.
Brooklyn Follies, Paul Auster 


Como dato de interés, además de Paul Auster, Jordi Serra i Fabra también se ha hecho eco de esta historia como relata en su novela Kafka y la muñeca viajera. Me la apunto. Aunque primero debería empezar por La metamorfosis...

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