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This is Spain

No entiendo a este país. Cada día estoy más convencida de que somos un país de platillo, charanga y pandereta, como digo muchas veces. Y lo digo porque está claro que para ser algo o alguien importante en España hacen falta cualquiera de estas tres cosas: haberte tirado a un famoso, casposo o famosillo; no tener ni una pizca de educación, principios o decencia y sobre todo ser un completo ignorante, a poder ser sin estudios. No obstante, si alguien enumera en su persona estas tres premisas a la vez, se convertirá en ídolo por excelencia, en auténtica princesa, pero del pueblo que es más cercano. He ahí, Belén Esteban.



Así es señores. La Esteban salto a la fama por haber tenido una relación con el "catedrático" de Ubrique, Jesús Janeiro. De su relación nació la niña de los huevos de oro, Andreita. La relación se rompió, el torero se desentendió de la hija y la madre ha llorado por los platos de televisión durante 10 años su pena. ¿El resultado?. 1,2 millones de euros al año por decir 730 veces (dos por día) aquello de: “Yo por hija ma - to”. Mientras tanto, miles de señoras, se identifican con la Esteban y lloran con ella su "pena", aunque eso sí, la única cuenta corriente que sube como la espuma es la de Belén. Pero eso da igual, pobre mujer, es la única en España a la que han abandonado con una hija a la que ha tenido que criar... Manda cojones.
Pero todo esto no acaba aquí. Lo verdaderamente alarmante es que a parte de paquirrines, pocholos, y demás personajes de tres al cuarto que se hacen ricos por no hacer nada, tenemos en nuestro gobierno a infinidad de políticos que han llegado a lo más alto sin tener la preparación académica requerida para ello. Para muestra, un botón.


Patxi López, lehendakari del Gobierno Vasco, inició la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad del País Vasco, aunque no logró terminar sus estudios al abandonarlos con 28 años.
José Montilla, expresidente de la Generalitat de Cataluña, cursó estudios de Economía y Derecho en la Universidad de Barcelona, sin llegar a finalizar ninguno de ellos. 
Celestino Corbacho tampoco estudió ninguna carrera universitaria. El antiguo ministro de Trabajo e Inmigración comenzó a trabajar a la edad de 13 años como aprendiz en una imprenta. 
José Blanco, actual ministro de Fomento, se matriculó en Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, carrera que no logró finalizar.


Leire Pajín, actual ministra de Sanidad, es Licenciada en Sociología, rama que no tiene nada que ver con la Sanidad. En lo que respecta al resto de cuestiones universitarias y estudios más allá de una licenciatura, no hay rastro de ellos. Si la comparamos con sus homólogos europeos la Pajín no sale muy bien parada. Para quien le interese aquí dejo el link que habla sobre este asunto: La prueba del algodón
Pues bien, this is Spain. No tengo más que decir.

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Los dictadores escorpiones

Hoy me pregunto, cuando ya han pasado más de dos años, por qué decidí titular a mi blog La naturaleza del escorpión. Sinceramente no lo sé, supongo que porque en algún momento escuche la fábula y me gustó la idea. Para quien no la haya oído o no sepa de lo que hablo, aquí dejo su historia...
Cuenta un relato popular africano que en las orillas del río Níger, vivía una rana muy generosa. Cuando llegaba la época de las lluvias ella ayudaba a todos los animales que se encontraban en problemas ante la crecida del río.

Cruzaba sobre su espalda a los ratones, e incluso a alguna nutritiva mosca a la que se le mojaban las alas impidiéndole volar. Pues su generosidad y nobleza no le permitían aprovecharse de ellas en circunstancias tan desiguales. También vivía por allí un escorpión, que cierto día le suplicó a la rana:«Deseo atravesar el río, pero no estoy preparado para nadar. Por favor, hermana rana, llévame a la otra orilla sobre tu espalda». La rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida: «¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si te subo a mi espalda, me inyectarás un veneno letal y moriré!». El inteligente escorpión le dijo:«No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado».  La rana se negó al principio, pero la incuestionable lógica del escorpión fue convenciéndola... y finalmente aceptó. Lo cargó sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y comenzaron la travesía del río Níger. Todo iba bien. La rana nadaba con soltura a pesar de sostener sobre su espalda al escorpión. Poco a poco fue perdiendo el miedo a aquel animal que llevaba sobre su espalda. Llegaron a mitad del río. Frente a ellos se divisaba la orilla a la que debían llegar. La rana, hábilmente sorteó un remolino... Fue aquí, y de repente, cuando el escorpión picó a la rana. Ella sintió un dolor agudo y percibió cómo el veneno se extendía por todo su cuerpo. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaba, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión: «¡Lo sabía!. Pero... ¿Por qué lo has hecho?». El escorpión respondió: «No puedo evitarlo. Lo siento. Es mi naturaleza»

Pues bien, todo esto venía porque creo que nunca estuvo tan acertado un título como el mío en tiempos tan amargos como los que corren. Y lo digo porque el mundo está vomitando uno a uno a sus escorpiones. Ya lo  hizo el siglo pasado en Europa cuando acabó con Mussolinni en Italia, Hitler en Alemania, Salazar en Portugal, Pilsudski en Polonia, Stalin en Rusia o con ese hombre pequeño y bigotudo que se hizo llamar El Caudillo en España. 
Ahora el mundo mira hacia los países árabes. Desde que un joven tunecino decidiera quemarse a lo bonzo en su país para protestar sobre el gobierno que lo amparaba, la mecha ha ido prendiendo uno a uno en el resto de los países vecinos. 
























El primero en caer fue Ben Alí en Túnez. Días mas tarde Mubarak abandonaba Egipto
 mientras que el rey de Marruecos, Mohamed VI prometía suavizar la constitución y limitar sus propios poderes, por lo que pudiera pasar. Sin embargo, la ola revolucionaria ha explotado en Libia. Allí, su escorpión, Muamar el Gadafi, no esta dispuesto a dejar de expulsar su veneno, por lo que, pistola en mano, está masacrando a su pueblo (con intervención internacional añadida). Por su parte, Siria amenaza con ser la nueva Libia; Yemen, uno de los países más pobres del mundo árabe, pide un cambio de gobierno; y Jordania exige una monarquía constitucional. 
Este es, a grandes rasgos, el panorama de escorpiones que han sucumbido o que están viendo peligrar su estabilidad al otro lado del río. 
Y hoy, estoy convencida que si alguien preguntara a cualquiera de estos dictadores por qué oprimen, matan, devoran y aniquilan a su pueblo, ellos contestarían: «No puedo evitarlo. Lo siento. Es mi naturaleza».

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