0 comentarios

Carta a Harry Potter


Mi querido amigo Harry:

Te envío esta carta para despedirme de ti... aunque duela.
Después de casi dos meses, aguantándonos mutuamente y viviendo casi de noche, hemos llegado al final del camino.
Hoy, a las 4:32 a.m, acabó nuestra aventura.
Sin embargo no puedo decirte adios sin darte antes las gracias.
Gracias....
por transportarme a otro mundo,
por acompañarme en todas esas horas en las que estuve sola,
y, sobre todo, gracias por no dejarme caer, por sostenerme con otras historias cuando pensaba que la mía acabaría conmigo.
Te echaré de menos Harry.
Hasta siempre.

Cris

1 comentarios

La gran mentira de los ingleses

Armada...¿Invencible?. Ese fue el término jocoso con el que la historiografía inglesa calificó a la Gran Armada que Felipe II envió para enfrentarse a la Inglaterra isabelina en el año 1588.
¿La verdad?, resulto un desastre. ¿La mentira?, todo lo demás.
En el 2007 llegaba a las taquillas de todos los cines, "Elisabeth, la edad de oro", superproducción inglesa protagonizada por Cate Blanchett en el papel de Isabel I y Jordi Mollá en el de Felipe II. La ambientación, el vestuario, el montaje, la música... fabuloso, la Historia (con mayúsculas)... una burda, una calumnia, una mentira. Aunque al fin y al cabo es una pelicula, ¿verdad?. El problema es que recrea el pensamiento histórico que inhunda la gloriosa Inglaterra.
En primer lugar no defiendo a Felipe II. No es un rey que me caiga nada bien. Despótico, fanático, ambicioso, cruel, católico al extremo. Además reniego de la monarquía y de lo que ésta representa. Sin embargo, me molesta bastante el mesianismo inglés.
Es cierto que hubo un tiempo en que España, bueno la Monarquía Hispánica sería el término correcto, se alzaba como el reino más poderoso, el más rico, el más grande... y que al final acabaría ocupando un segundo plano en el concierto internacional, mientras que Inglaterra se hacía con su puesto. Pero con Felipe II no. Todavía no... (aunque la historiografía inglesa se empeñe).
Inglaterra habla de la gran batalla naval que acabó destrozando las naves españolas. Sin embargo, no hubo tal batalla. En ningún momento las naves inglesas destrozaron a las españolas.
Todo comenzó cuando, tras una serie de circustancias que ahora no vienen al caso, Felipe II decide invadir Inglaterra. Desde España se envían 141 buques que debían unirse en el puerto de Calais (en el norte de Francia) a los buques holandeses de Alejandro Farnesio (que se encontraba en los Países Bajos conteniendo a los rebeldes flamencos) . Desde allí se lanzaría el desembarco a tierras inglesas.
En julio de 1588 las naves españolas abandonan Galicia y se dirigen hacia el Norte. Las tropas inglesas se lanzan a su búsqueda. En los mares tiene lugar una serie de escaramuzas entre ambos contendientes, pero ninguno logra asaltar y derribar al otro.
El duque de Medina Sidonia, que capitaneaba las tropas españolas, pronto se da cuenta que el puerto de Calais no es seguro. A la altura de agosto, ambos bandos, cansados y sin municiones se retiran. !Ambos bandos¡.
El problema es que en la retirada por unas aguas que los españoles desconocían y a la altura de las Islas Horcadas, empezó el temporal y empezó el desastre. La formación se deshizo. El frío hizo estragos y frente a las costas de Irlanda se estrellaron los barcos menos fuertes. En diciembre de 1588 solo 50 barcos consiguieron llegar a las costas españolas y más de 10.000 personas perdieron la vida.
Los ingleses sabían que si Alejandro Farnesio hubiera tocado tierra firme los habría aplastado, como años antes había derrotado a los holandeses en Amberes. Sin embargo, y aun sabiendo que las naves inglesas nunca vencieron a las españolas, que todo fue resultado del temporal, patentaron su mentira y acuñaron el término descalificante de "Armada Invencible". Término que, perdónenme mis queridos ingleses, me negaré siempre a usar.

0 comentarios

Resaca de años

Ya esta.
Tenía que llegar. Dicen que, a veces, todo llega.
Cuestión de tiempo, quizá. No lo sé.
23.
En fin... adelante.

0 comentarios

Retratos (I). Juana, un destino incierto.

Hija de los Reyes Católicos. Esposa de Felipe el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano I y descendiente de la casa de los Habsburgo. Madre de Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y heredero del gran patrimonio borgoñes, austriaco e hispánico que le legó su dinastía. Y, por último, abuela de Felipe II, sin duda, el rey más poderoso de su tiempo.

¿Su nombre?, Juana. ¿Su apodo?, loca.
Corría el año 1506 cuando las Cortes de Valladolid la nombraron reina de Castilla. Por entonces, la joven Juana se encontraba en la corte flamenca con su bello esposo Felipe de Habsburgo. El 7 de septiembre de 1506 preparan su viaje a Castilla. Burgos es testigo de la entrada triunfal de los nuevos reyes. Sin embargo, nada hacía presagiar tal trágico destino. Solamente 18 días despues de aquellos actos, Felipe moría aquejado de unas graves fiebres. Jamás había tenido lugar un reinado tan breve en la historia de España. 26 años contaba entonces la pobre Juana. Daba paso a su leyenda...
Desde su boda con Felipe, Juana había desarrollado un amor enfermizo hacía su marido con continuos ataques de celos. Cuando muere, ya nada le importa. Ni la familia, ni los problemas de Estado, ni siquiera ella misma. Enloquecida y embaraza de la hija póstuma de Felipe, la futura infanta Catalina, inicia un peregrinaje con el féretro de su marido por los pueblos de Castilla. Y aun así no consiente que ninguna mujer se acerque al cadaver. Celos que no se detienen ni ante la barrera de la muerte...


Y fue por aquella actitud, por aquel comportamiento, por tal macabro espectáculo que pronto fue tachada de loca.
Juana "la loca"...
La que, a pesar de ser la tercera hija de los Reyes Católicos y sin posibilidades al trono, tuvo en sus manos el destino de una de las monarquías más poderosas de la época.
Y la que, sin embargo, enloquecida y declarada incapaz para gobernar, fue injustamente encerrada por su propio padre en el monasterio de Tordesillas. Con la única compañía de su hija Catálina, que al final la abandonaría para ser coronada reina de Portugal. Y con las escasas visitas de su hijo Carlos V, el gran emperador, el que, a pesar de todo, siguió manteniendo a su madre presa...
Trágico destino el de la pobre Juana...
Y allí permaneció. Allí vivió los últimos años de su vida. Encerrada. Cautiva y sola. Hasta que el 12 de abril de 1555 le sobrevino la muerte.
Una muerte que apenas trascendió los muros de aquella Villa.
Moría una mujer tocada por un destino glorioso que pronto se rompería y que la dejó al amparo de una soledad infinita que la acompañó hasta su muerte...
Moría Juana, la reina de papel... la eternamente loca...

1 comentarios

Y siento pena...


7 días (y diez años) separan mi nacimiento de aquel 20 de noviembre de 1975 cuando un Arias Navarro, compungido y lloroso, pronunciaba la ya célebre frase: "españoles, Franco ha muerto". 7 esplendidos días que me desligan históricamente de tener nada que ver con aquel que se hizo llamar "el Caudillo". Porque aunque España vomitaba por fin toda la represión contenida durante 36 años de dictadura, creo que no soportaría llevar a mis espaldas un aniversario como ese.
Llegó la transición y con ella la democracia. La que me ha visto crecer. La que me dio libertad y opciones. A mí y curiosamente a todos aquellos veinteañeros que, altivamente y sin despeinarse, se hacen llamar franquistas. Realmente no encuentro nada más singular que eso.
Pongamos un ejemplo. Imaginemos a ¿Lucía?...sí, Lucía esta bien. Mujer, de 20 años de edad, sentada a las cinco de la mañana en un pub, que tras venir de darse un revolcón con aquel chico moreno que ha conocido hace tres horas antes en la discoteca y vestida con un atuendo que no deja nada a la imaginación, deja sobre la mesa el llavero del Real Madrid estampado sobre una bandera franquista de la que cuelgan las llaves de su coche. A continuación, se enciende un cigarrillo y se lo lleva a sus labios mientras comenta a sus otras tres amigas que "lo mejor que le habría pasado a España ayer es que los 20 inmigrantes que intentaron llegar al país en patera se hubieran ahogado en el estrecho". Todas ríen. Parece que el comentario ha surgido el efecto deseado. Lucía vuelve a reír.
Bonita estampa, ¿verdad?.
Pues bien. Yo supongo que nuestra Lucía se debe de querer bien poco. Para mí no hay nada más contradictorio que la dicotomía: mujer - franquista. Pero sin embargo, la tienes allí, sentada en aquel pub haciendo alarde de una ideología fascista que, ingnorante de ella, no le habría permitido ni salir de su casa a las diez de la noche. Que la habría tachado de prostituta por su actitud, digamos promiscua, con los hombres. Que jamás le hubiera dejado ni comprar ese atuendo que pavoneantemente lleva puesto. Que le habría quitado el cigarrillo de la boca... fumar es cosa de hombres, le habría dicho. Porque a esa edad, una buena mujer franquista ya debería de estar casada, o al menos con un buen novio, esos que se suelen llamar "un buen partido". Con la casa bien limpia. Pero para más inri, nuestra querida Lucía es además madridista. Sí señores. Le gusta ver jugar al Real Madrid. Ese equipo formado, como la mayoría, por un alto porcentaje de jugadores extranjeros. Ahm, claro, que tonta de mí. ¡Esos no han llegado en patera, ni han dejado atrás Perú para buscar un futuro mejor!. Esos son famosos, y tienen dinero. Entonces no importa que sean de otro país... curioso, ¿verdad?.
Pero Lucía se siente grande, y cuando sale del pub pasa al lado de un moro que esta vendiendo relojes apostado en una cera. Ella lo mira con desprecio y escupe. Porque ella es diferente. Ella es superior. Ella jamás podría relacionarse con gente como aquella... si se le puede llamar gente... Y al pasar a su lado se contonea como una hiena, mostrando su bolso de Tous y mirándolo por encima del hombro con un gesto de desprecio.
Y es feliz...
El problema es que la Lucía ficticia que hoy he creado existe. Y siento pena. Siento mucha pena, porque el ser humano puede llegar a ser tan soberbio que prefiere vivir en la ignorancia y seguir defendiendo la intolerancia y la xenofobia si eso le reporta un poquito más de arrogancia a sus vidas.
Realmente siento tanta pena...

0 comentarios

Carta a J.K.Rowling


Querida J. K. Rowling:


No se si le llegará esta carta vía internet o tendría que haber utilizado una lechuza. Espero que sí. Si de aquí a unos días no recibo correspondencia suya, me decantaré por la lechuza. Creo que Harry me podrá dejar a Hedwyng, si no la tiene ocupada en alguno de sus envíos.

Le escribía para decirle que me paso todas las horas que puedo al día leyendo sus libros. He llegado a la conclusión que puede que estén embrujados. Te absorben de tal manera que por leer cada una de sus paginas el mundo se para y sólo existe Hogwarts.

En una semana me he leído tres entregas y ya casi estoy acabando la cuarta Yo no tengo cicatriz como Harry, pero algunas noches sueño con Quien-usted-sabe. ¡Y lo peor de todo es que yo no creía en Harry¡. ¡Que equivicada estaba!.

Espero que pueda decirme algún conjuro para solucionar este problema. También le he pedido ayuda a Sirius.



Atentamente,
Cristina.

0 comentarios

Claudia

Aun no había amanecido cuando Claudia se despertó. Miró el reloj. Sus manecillas rojas marcaban las 05:26 a.m. Cerró los ojos, dio media vuelta e intentó dormir de nuevo. Entraba a trabajar a las diez por lo que todavía podía aprovechar otras tres horas de sueño. "Todo un lujo", pensó.
Sin embargo no podía dormir. Así que se levantó, fue a la cocina y bebió un vaso de leche. Quizá con el estomago un poco más lleno le seria más fácil conciliar el sueño. Volvió de nuevo a la habitación, pero antes de meterse en la cama, se acercó un segundo a la ventana. Corrió las cortinas y miró a la calle. Llovía. Fuera todo estaba oscuro mientras un viento huracanado movía bruscamente las hojas de los arboles. Ninguna farola alumbraba la calle, parecía como si de repente todas ellas hubieran hecho huelga y se mostraban impasibles ante su obligación de dar luz.
Claudia cerró las cortinas y se dispuso a volver de nuevo a su confortable y caliente cama cuando de repente lo oyó. Era el llanto de una niña. Venía de la calle. Miró de nuevo por la ventana y entonces la vio. "¿Como se le podía haber pasado antes?". Liada en una manta verde de manchas oscuras asomaba la cabecita de una niña, apoyada al pie de una de esas farolas rebeldes, que seguían negándose a iluminar la acera. La niña seguía llorando mientras las gotas de lluvia caían furiosas sobre ella.
Claudia bajo corriendo las escaleras de su casa. El corazón le latía deprisa. "¿Quien podía dejar a una criatura de apenas un meses de vida a la intemperie de una noche como esa?". Llegó al rellano del portal. Se disponía a abrir la pesada puerta que daba al exterior cuando vio algo que le heló la sangre. Una mujer rubia, de apenas veinte años de edad, abrazaba a aquella criatura en sus brazos. De su cuello colgaba un collar que a Claudia le resultaba familiar. Mientras tanto, alguien enfundado en una gabardina negra le apuntaba con una pistola.
Claudia intentó subir a su casa y llamar a la policía, pero no podía moverse. Estaba petrificada al suelo. Gritó, pero nadie le oía. Y fue entonces cuando oyó el disparo. Aquella mujer yacía inerte en la fría calle, mientras seguía sosteniendo al bebe con fuerza. El hombre de la gabardina había echado a correr al mismo tiempo que una lagrima fría asomaba a las mejillas de Claudia. Cerró los ojos y al abrirlos se encontró de nuevo en su cama.
Todo había sido un sueño de mal gusto, una pesadilla. Sin embargo, miró su mano y allí estaba el collar que según le habían dicho sus padres adoptivos, pertenecía a su verdadera madre. Aquel collar que Claudia odió desde el momento en que lo vió y que sin fuerzas para deshacerse de él, había guardado para siempre en una pequeña caja de porcelana. Y fue entonces cuando comprendió.
La niña que había oído llorar era ella y la mujer rubia que imploraba clemencia a su verdugo, su madre. La rabia que había guardado durante los veinticinco años de su vida se desvaneció en apenas una fracción de segundo y se sintió culpable, se sintió vacía. No sabía porque sus verdaderos padres la habían abandonado y por eso los odió desde el momento en que tuvo conciencia de ello. Ahora, sin embargo, descubría que su madre había dado su vida por ella. Que había muerto en una noche fría de otoño, abrazándola, protegiéndola. "¿Por qué nadie se lo había contado?. ¿Cómo es posible que se lo hubieran ocultado?."
A partir de esa noche juró que destaparía la verdad. ¡Quizá su verdadero padre aun seguía vivo!. Estaba claro que esa visión debía de significar algo y no iba a descansar hasta descubrirlo.

2 comentarios

¿Ni una gota de sangre impura?


La sociedad de la Edad Moderna se levantaba cada mañana un poco más enferma de honor que el día anterior. Y es que, la reputación, la virtud y el mérito estaban tan presentes en la vida cotidiana de aquella época como hoy en la nuestra lo esta, por ejemplo, el culto a la belleza.
Como consecuencia de esta situación pronto comenzaron a proliferar los Estatutos de Limpieza de Sangre como requisito fundamental para poder pertenecer a determinadas instituciones, y es que si la Inquisición fue sinónimo de intolerancia religiosa, la Limpieza de Sangre lo fue de la racial. Se trataba de poseer una línea genealógica intachable, limpia de sangre conversa. Algo realmente difícil en una época en la que se mezclaban judíos, musulmanes y cristianos.
Sin embargo, ¿fueron realmente fidedignos los Estatutos de Limpieza de Sangre? Evidentemente no. Más que el origen, los Estatutos representaban el poder social del candidato. Su riqueza, sus influencias, su redes clientelares, y en definitiva su prestigio. Pasar con éxito la prueba de Limpieza de Sangre no quería decir que uno estuviera limpio, sino que había conseguido que el informe final dijera que lo estaba. Por ese motivo, y sobre todo en el ámbito municipal, los Estatutos fueron utilizados como un filtro para aceptar a los candidatos que interesaban y rechazar, esgrimiendo supuestas razones en la pureza de sangre, a aquellos que no deseaban.
Los medios utilizados para conseguir un sangre limpia fue la falsificación documental a través de testamentos inventados o partidas sacramentales alteradas; las declaraciones de testigos perjuros, que bien por soborno o por amenaza, dirían cualquier cosa menos la verdad; y por último a través de la actuación de los "linajudos" verdaderos expertos en realizar falsos linajes trocando bastardos por legítimos, llamando nobles a los conversos o convirtiendo esclavas en hermanas del rey de Túnez.
Y es que en la Edad Moderna, el poder y la riqueza, podían comprar hasta la sangre.


1 comentarios

El juramento que dejó de serlo


El pasado 19 de abril fue el cumpleaños de mi hermana. 27 esplendidos años. En mi casa tenemos la costumbre de pedir expresamente lo que queremos recibir como regalo de cumpleaños. Supongo que no nos gustan mucho las sorpresas, o al menos, preferimos tirar a lo práctico. Pues bien, uno de sus deseos fue que alguien le comprara el primer libro de la saga Harry Potter. Ella es así, de ideas. El encargado en este caso fue mi cuñado, a mi me tocó comprarle una especie de maniquí a lo lilliput para colgar los pendientes, que como el precio era bastante económico decidí comprarle tres.
Pues bien. Fue así como Harry Potter entró por primera vez en mi casa. Y lo hizo a lo grande y con bombo y platillos. Creo que apenas había pasado una semana cuando vi la segunda entrega de J.K Rowling reluciente y triunfante en la mesa del comedor. Por entonces juré que jamás pondría la mano encima en alguno de aquellos libros, y además añadí que la trama de fantasías e ilusiones creada por la multimillonaria autora no eran mas que pamplinas.
Mi madre, que tiene que husmear en todo ser, objeto o pelusa que entra en casa, no tardó en reparar en el nuevo inquilino, al que, para mi sorpresa, recibió con los brazos abiertos. Yo, de nuevo, volví a renegar del señor Potter.
Los días pasaban y Harry se instaló en las conversaciones que mi madre y hermana mantenían a menudo, mientras yo miraba para otro lado o a veces dejaba caer algún comentario despectivo sobre el asunto. Sus libros empezaron a llenar la estantería del salón. E incluso ahora, mientras mi hermana se encuentra embarcada en la cuarta entrega, mi madre ya esta devorando la quinta.
Sin embargo todo cambió anoche. Yo me disponía a acostarme cuando reparé en que ya no tenía nada que leer. Miré en la estantería del salón y en la mesita de mi madre. Decepción. Ya me había leído casí todos los libros que reposaban cansados en aquellas repisas y los únicos que quedaban o eran entregas sueltas de sagas como la de "Caballo de Troya" o algún libro que a decir verdad no me inspiraba mucha confianza. Así que fui a ver a mi madre, ritual que sigo cada vez que tengo algún problema. Me miró y me dijo: "¿por qué no te lees a Harry? ya verás que una vez que te pones te gusta". "Ni hablar" dije y me dispuse a irme a mi habitación. "Escucharé musica", pense. Sin embargo, no se porque extraña razón mis pasos me guiaron al salón y mis manos extrajeron a "Harry Potter y la piedra filosofal". Me dirigí de nuevo al cuarto de mi madre, le enseñé el libro y esbocé una sonrisa. "Te gustará" la oí decir mientras entornaba su puerta.
Así fue como mi fiel juramento se hizo trizas y como Harry entró por primera vez en mi cama. Llevo apenas leídas unas 30 páginas y parece que el asunto pinta bien. Después de todo, hasta podemos ser amigos. No lo se. Nuestra aventura acaba de comenzar...


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...